La última nota se quedó colgada en el aire un momento y luego el viento se la llevó.
El atardecer cayó de golpe, levantando una brisa fresca, y fue entonces cuando vino el reposo. Las sábanas recibieron el cuerpo, los olores entraron por los poros de la piel, y así llegó el sueño, con un lento cerrar de párpados, como si dos soles azules entraran a la vez en eclipse.
Lo que pasa realmente cuando ella cierra los ojos, en cada pestañeo, en cada momento y lugar del día, es que la luz de sus ojos rebota suave contra el párpado y empieza a reflejarse por su interior, llenándola. Es entonces cuando irradia un tenue azul eléctrico a través de su piel. Es un azul más intenso si al cerrar los ojos abre la boca: entonces el resplandor azul desaparece de la piel y sólo se proyecta saliendo entre sus labios. Se creía que esta luz es más brillante gracias a la proximidad de la boca a sus ojos, que son, recordemos, la fuente de los destellos. Pero últimamente se está descartando esa teoría de la proximidad, al observar que, de los orificios auditivos, aún cuando esos conductos están libres de residuos, no sale luz en ningún grado. Se cree, aunque son conjeturas que necesitan de más pruebas, que la curva de los labios produce una revolución en los destellos, que se cruzan entonces unos con otros produciendo mayor intensidad lumínica.
Por último, decir que no se ha encontrado a nadie, aparte de quien escribe estas líneas, que pueda observar estos fenómenos. Esto hace que mis teorías no tengan ninguna validez científica. Asímismo, no hay constancia de otras personas que puedan brillar así, ni en sujetos de ojos azules ni en otros sujetos.
Si alguna vez usted nota algo así como un calor azul sobre la piel, seguramente esta chica le estará mirando fijamente... Entonces puede estar seguro de que le están mirando... desde la diMegsión desconocida.
martes, 24 de julio de 2007
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